martes, 23 de abril de 2013

"LOS OLORES", por Marta Carro Pérez

Dedicado a todos los seres humanos:

Los olores:
Hay muchos tipos diferentes de olores, todos ellos muy subjetivos, ya que pueden resultar buenos o malos según la persona, a pesar de esto, hay olores que a todos nos gustan (siempre hay excepciones) y otros que nos desagradan.

Algunos resultan muy placenteros; como el olor a: chocolate, fresas, lluvia, el olor de las flores, a verano, a un libro nuevo o viejo,etc. También hay otros que nos resultan desagradables como: el olor que emiten las cañerías, algo en estado de descomposición, la ropa mal secada, a gasolina, etc, pero ninguno de estos se ve superado por los que emite el ser humano.

Algunos consideran al ser humano como el más perfecto de todos los seres, seguramente, no se pusieron a analizarlo pormenorizadamente, puesto que nos diferenciamos de los demás animales porque somos seres “racionales”, cosa que es bastante discutible.

Si al ser humano se le puede caracterizar por algo, es por su olor, todos y cada uno de nosotros emitimos olores pestilentes a pesar de que los queramos disimular, somos humanos y eso no se puede remediar.

Algunas personas piensan que no, que ellas no huelen mal, las mismas que niegan que no emiten gases, cosa que aún se comprende ya que para nosotros lo propio siempre es bueno, por lo tanto, cuando nos echamos una ventosidad o algo por el estilo, no nos asqueamos, al contrario, aún disfrutamos con ese olor a “rosas” que sale de nuestro intestino, sin embargo, olemos la del vecino, y le llamamos de todo, ya que parece que su intestino está descompuesto, puesto que casi nos desmayamos del tufo que acaba de emitir, eso si, si nos lo hacen a nosotros, decimos que no “exageren”, que no es para tanto.


Pese a que nos lavemos mucho, siempre vamos a oler, no tiene por qué ser un olor malo, pero siempre vamos a oler a algo, puesto que si no olemos no seríamos humanos. Esto no lo comprenden algunas personas, que son tan maniáticas que se llegan a duchar hasta tres veces al día, cosa que resulta excesiva; también hay personas que son todo lo contrario, las típicas que por “ahorrar” agua no se duchan con mucha regularidad. Dentro de este tipo de personas incluso podríamos diferenciar entre dos grupos, aquellas que no se duchan y que se nota, ya que resalta a la vista (se huele) y no intentan aparentar nada y luego hay otro tipo de personas, las cuales visten impecablemente, van repeinadas y se echan litros de colonia, pero no son muy dadas a lavarse más que una vez por semana. Si nosotros vemos a alguna de estas personas no sospechamos nada, sin embargo, si estamos cerca de ellas y tenemos un buen olfato podemos diferenciar claramente dos olores provenientes de su cuerpo, por un lado, olor a perfume y por otro un olor un tanto desagradable, que nos hace sospechar.

Algunos clasificarían a este grupo como “guarros”, pero no tiene por que ser así, ya que hasta no hace muchos años, las personas no se lavaban cada día ni cada semana y no pasaba nada, asumían que son olores “naturales”, a los cuales se iban acostumbrando hasta que con el tiempo llegaban a pasar desapercibidos, eso si, hay personas que aman verdaderamente la suciedad y disfrutan con ella, personas que aman los deshechos de su cuerpo, las mismas que se introducen el dedo en la nariz para dejar bien limpios los orificios y sacar así, unas substancias pequeñas (o grandes) que se pueden encontrar en estado líquido o sólido, las cuales suelen ser de color verdoso. Estas personas examinan bien estos elementos, sintiéndose orgullosas de lo que su cuerpo es capaz de crear y después, cuando ya han acabado de realizar ese minucioso examen, colocan las substancias en sitios diversos, que no tiene por que ser un pañuelo. Más de uno ha ido a coger un libro debajo de la parrilla y se ha encontrado con una “substancia fosilizada” . Estas mismas personas, suelen sentir devoción por la cera de los oídos y también por sus excrementos, ya que cuando terminan de “defecar” examinan bien sus deshechos (puesto que se deben sentir orgullosos de ellos) e incluso algunos llaman a las demás personas, para que admiren la perfección de su “obra de arte”.

El olor más común de todos es el “sudor”, todos sudamos pero podemos apreciar este olor con más nitidez si estamos en un espacio cerrado y muy amplio, con un número abundante de persona, el típico ejemplo sería el olor de las aulas después de realizar educación física, ya que treinta personas sudadas, no huelen precisamente a agua de rosas.

Nuestra boca también emana de vez en cuando algunos olorcillos, no quiere decir que no nos lavemos los dientes, sino que quizás estemos mal del estómago o algo por el estilo, pero hay casos muy exagerados, en los que no se sabe si es por enfermedad o por falta de higiene, entonces podemos apreciar que si una persona está entablando una conversación, vemos que el receptor “muy disimuladamente” se coloca la mano delante de las narices a modo de indirecta, pero esto ya sería un caso muy extremo. También puede ser que a una persona le apeste enormemente el aliento a tabaco y resulta incluso más desagradable que un mal olor de boca.

También hay algunas cabezas que al parecer son alérgicas al agua, ya que se ve que no pasa mucho por allí, a simple vista puede no notarse, pero si pasas al lado de esa persona te llega un “tufillo” que te cuenta lo que hizo durante varios días. También destacan los señores que tienen una barba muy larga que da la impresión de que les llega hasta los pies y parece que en ella puedes encontrar de todo, lo mejor sería no meter la mano, no vaya a ser que nos encontremos con alguna sorpresa.

Estos y muchos más olores son los que emiten el ser humano, obviamente muy pocas personas están en los extremos, pero siempre hay excepciones. Siempre vamos a oler a algo, en caso contrario no seríamos seres humanos. Si alguna vez nos encontramos con alguien que no huela a nada deberíamos sospechar!

Marta Carro Pérez 1º BTO.B
Trabajo inspirado en Gracias y desgracias del ojo del culo, de Quevedo.

 

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