Dedicado a
todos los seres humanos:
Los olores:
Hay muchos
tipos diferentes de olores, todos ellos muy subjetivos, ya que pueden
resultar buenos o malos según la persona, a pesar de esto, hay
olores que a todos nos gustan (siempre hay excepciones) y otros que
nos desagradan.
Algunos
resultan muy placenteros; como el olor a: chocolate, fresas,
lluvia, el olor de las flores, a verano, a un libro nuevo o
viejo,etc. También hay otros que nos resultan desagradables como:
el olor que emiten las cañerías, algo en estado de descomposición,
la ropa mal secada, a gasolina, etc, pero ninguno de estos se ve
superado por los que emite el ser humano.
Algunos
consideran al ser humano como el más perfecto de todos los seres,
seguramente, no se pusieron a analizarlo pormenorizadamente, puesto
que nos diferenciamos de los demás animales porque somos seres
“racionales”, cosa que es bastante discutible.
Si al ser
humano se le puede caracterizar por algo, es por su olor, todos y
cada uno de nosotros emitimos olores pestilentes a pesar de que los
queramos disimular, somos humanos y eso no se puede remediar.
Algunas
personas piensan que no, que ellas no huelen mal, las mismas que
niegan que no emiten gases, cosa que aún se comprende ya que para
nosotros lo propio siempre es bueno, por lo tanto, cuando nos echamos
una ventosidad o algo por el estilo, no nos asqueamos, al contrario,
aún disfrutamos con ese olor a “rosas” que sale de nuestro
intestino, sin embargo, olemos la del vecino, y le llamamos de todo,
ya que parece que su intestino está descompuesto, puesto que casi
nos desmayamos del tufo que acaba de emitir, eso si, si nos lo hacen
a nosotros, decimos que no “exageren”, que no es para tanto.
Pese a que
nos lavemos mucho, siempre vamos a oler, no tiene por qué ser un olor
malo, pero siempre vamos a oler a algo, puesto que si no olemos no
seríamos humanos. Esto no lo comprenden algunas personas, que son
tan maniáticas que se llegan a duchar hasta tres veces al día, cosa
que resulta excesiva; también hay personas que son todo lo
contrario, las típicas que por “ahorrar” agua no se duchan con
mucha regularidad. Dentro de este tipo de personas incluso podríamos
diferenciar entre dos grupos, aquellas que no se duchan y que se
nota, ya que resalta a la vista (se huele) y no intentan aparentar
nada y luego hay otro tipo de personas, las cuales visten
impecablemente, van repeinadas y se echan litros de colonia, pero no
son muy dadas a lavarse más que una vez por semana. Si nosotros
vemos a alguna de estas personas no sospechamos nada, sin embargo, si
estamos cerca de ellas y tenemos un buen olfato podemos diferenciar
claramente dos olores provenientes de su cuerpo, por un lado, olor a
perfume y por otro un olor un tanto desagradable, que nos hace
sospechar.
Algunos
clasificarían a este grupo como “guarros”, pero no tiene por
que ser así, ya que hasta no hace muchos años, las personas no se
lavaban cada día ni cada semana y no pasaba nada, asumían que son
olores “naturales”, a los cuales se iban acostumbrando hasta que
con el tiempo llegaban a pasar desapercibidos, eso si, hay personas
que aman verdaderamente la suciedad y disfrutan con ella, personas
que aman los deshechos de su cuerpo, las mismas que se introducen el
dedo en la nariz para dejar bien limpios los orificios y sacar así,
unas substancias pequeñas (o grandes) que se pueden encontrar en
estado líquido o sólido, las cuales suelen ser de color verdoso.
Estas personas examinan bien estos elementos, sintiéndose orgullosas
de lo que su cuerpo es capaz de crear y después, cuando ya han
acabado de realizar ese minucioso examen, colocan las substancias en
sitios diversos, que no tiene por que ser un pañuelo. Más de uno ha
ido a coger un libro debajo de la parrilla y se ha encontrado con
una “substancia fosilizada” . Estas mismas personas, suelen
sentir devoción por la cera de los oídos y también por sus
excrementos, ya que cuando terminan de “defecar” examinan bien
sus deshechos (puesto que se deben sentir orgullosos de ellos) e
incluso algunos llaman a las demás personas, para que admiren la
perfección de su “obra de arte”.
El olor más
común de todos es el “sudor”, todos sudamos pero podemos
apreciar este olor con más nitidez si estamos en un espacio cerrado
y muy amplio, con un número abundante de persona, el típico ejemplo
sería el olor de las aulas después de realizar educación física,
ya que treinta personas sudadas, no huelen precisamente a agua de
rosas.
Nuestra boca
también emana de vez en cuando algunos olorcillos, no quiere decir
que no nos lavemos los dientes, sino que quizás estemos mal del
estómago o algo por el estilo, pero hay casos muy exagerados, en los
que no se sabe si es por enfermedad o por falta de higiene, entonces
podemos apreciar que si una persona está entablando una
conversación, vemos que el receptor “muy disimuladamente” se
coloca la mano delante de las narices a modo de indirecta, pero esto
ya sería un caso muy extremo. También puede ser que a una persona
le apeste enormemente el aliento a tabaco y resulta incluso más
desagradable que un mal olor de boca.
También hay
algunas cabezas que al parecer son alérgicas al agua, ya que se ve
que no pasa mucho por allí, a simple vista puede no notarse, pero si
pasas al lado de esa persona te llega un “tufillo” que te cuenta
lo que hizo durante varios días. También destacan los señores que
tienen una barba muy larga que da la impresión de que les llega
hasta los pies y parece que en ella puedes encontrar de todo, lo
mejor sería no meter la mano, no vaya a ser que nos encontremos con
alguna sorpresa.
Estos y
muchos más olores son los que emiten el ser humano, obviamente muy
pocas personas están en los extremos, pero siempre hay excepciones.
Siempre vamos a oler a algo, en caso contrario no seríamos seres humanos. Si
alguna vez nos encontramos con alguien que no huela a nada deberíamos
sospechar!
Marta
Carro Pérez 1º BTO.B
Trabajo inspirado en Gracias y desgracias del ojo del culo, de Quevedo.