- Se os
propone una actividad sencilla para ejercitar la técnica de elaboración de
esquemas a partir de un artículo de actualidad de Fernando Ónega, publicado en La
Voz de Galicia.
Además, sobre
el texto de Ónega, se os facilita el trabajo con destacados de color y
matices tipográficos que pretenden poner de relieve la estructura del artículo.
Por otra parte, podéis tener en cuenta su estilo a la hora de plantear un comentario crítico propio (aunque esto no se pide en esta entrada).
Si eres
persona, no te fíes
Una parte de España entrará el lunes en la fase número
uno de la desescalada. De hecho, este fin de semana los ciudadanos beneficiados
ya saben quiénes son y podrán disfrutar como si ya estuviesen en esa fase. El
cambio de fase es una buena noticia. Ante ella solo falta pedir, como si fuese
una oración, que salga bien, y este cronista lo pide, porque puede ser un éxito
o puede ser un fracaso. Hay tantos beneficios como peligros. El mayor beneficio
es la sensación de que lo peor puede haber pasado desde el punto de vista
sanitario. Algunos negocios respiran, otros se arriesgan a abrir sin garantía
de rentabilidad, un numeroso grupo no se atreve todavía a subir la persiana y a
los ciudadanos se les afloja el corsé que causó tantos ahogos. Los peligros son
básicamente tres: la relajación, el cinismo y la evidencia de que el virus
sigue ahí.
Hablo de relajación por las imágenes que las
televisiones nos han ofrecido en los últimos días: grupos de personas en
animada charla sin guardar la distancia física; pandas de chavales que hacen
equipo y juegan en parques y playas; ausencia visible de mascarillas en los
paseos a cualquier hora del día; guantes que parecen un artículo de lujo porque
casi nadie los lleva… Los ciudadanos que tantos elogios -y multas- recibieron
por su actitud se han vuelto confiados o se cansaron del confinamiento y juegan
a la ruleta rusa. Es humanamente entendible, pero sanitariamente una
insensatez. Menos mal que parecen una minoría.
Hablo de cinismo por lo sucedido en la Comunidad de
Madrid: se pidió cambio de fase por razones económicas y se abrió una tormenta
política. ¿Dónde está el cinismo?, se preguntarán ustedes. Está en que todo el
mundo lo hizo. Si no fuese por el argumento económico, el Gobierno no abriría
la mano mientras mantiene el estado de alarma, evidente contradicción. Y algo
parecido se puede decir del resto de los gobiernos europeos. Y ese es el tercer
peligro, porque lo sanitario pasa a segundo nivel de preocupación.
Y hablo de la permanencia del virus porque la
confirman los datos: sigue creciendo el número de contagiados, sigue muriendo
gente y, por muchos indicios positivos que destaquemos, lo cierto es que el
covid-19 sigue metiendo personas en la UCI y en la tumba. Conclusión: si el
virus sigue ahí, y con bastante despiste de los científicos; si hay expertos
que temen un rebrote de la epidemia; si priman las razones económicas y si la
relajación puede crear un clima de confianza que al final degenera en descuido,
solo podemos darnos un consejo: salvarnos depende de nosotros. Si estamos en
estado de alarma, sigamos cada uno en estado de alerta. El contagio se puede
producir en cualquier momento y en cualquier rincón.
Fernando Ónega, La Voz de Galicia,
9 de mayo de 2020
Si eres
persona, no te fíes
Una parte de
España entrará el lunes en la fase número uno de la desescalada. De hecho, este
fin de semana los ciudadanos beneficiados ya saben quiénes son y podrán
disfrutar como si ya estuviesen en esa fase. El cambio de fase es una buena
noticia. Ante ella solo falta pedir, como si fuese una oración, que salga bien,
y este cronista lo pide, porque puede ser un éxito o puede ser un fracaso. Hay
tantos beneficios como peligros. El mayor beneficio es la sensación de que
lo peor puede haber pasado desde el punto de vista sanitario. Algunos negocios
respiran, otros se arriesgan a abrir sin garantía de rentabilidad, un numeroso
grupo no se atreve todavía a subir la persiana y a los ciudadanos se les afloja
el corsé que causó tantos ahogos. Los peligros son básicamente tres: la
relajación, el cinismo y la evidencia de que el virus sigue ahí.
Hablo
de relajación por las imágenes que las
televisiones nos han ofrecido en los últimos días: grupos de personas en
animada charla sin guardar la distancia física; pandas de chavales que hacen
equipo y juegan en parques y playas; ausencia visible de mascarillas en los
paseos a cualquier hora del día; guantes que parecen un artículo de lujo porque
casi nadie los lleva… Los ciudadanos que tantos elogios -y multas- recibieron
por su actitud se han vuelto confiados o se cansaron del confinamiento y juegan
a la ruleta rusa. Es humanamente entendible, pero sanitariamente una
insensatez. Menos mal que parecen una minoría.
Hablo
de cinismo por lo sucedido en la Comunidad de
Madrid: se pidió cambio de fase por razones económicas y se abrió una tormenta
política. ¿Dónde está el cinismo?, se preguntarán ustedes. Está en que todo el
mundo lo hizo. Si no fuese por el argumento económico, el Gobierno no abriría
la mano mientras mantiene el estado de alarma, evidente contradicción. Y algo
parecido se puede decir del resto de los gobiernos europeos. Y ese es el tercer
peligro, porque lo sanitario pasa a segundo nivel de preocupación.
Y
hablo de la permanencia del virus porque la confirman
los datos: sigue creciendo el número de contagiados, sigue muriendo gente y,
por muchos indicios positivos que destaquemos, lo cierto es que el covid-19
sigue metiendo personas en la UCI y en la tumba. Conclusión: si el virus sigue ahí, y con
bastante despiste de los científicos; si hay expertos que temen un rebrote de
la epidemia; si priman las razones económicas y si la relajación puede crear un
clima de confianza que al final degenera en descuido, solo podemos darnos un
consejo: salvarnos depende de nosotros. Si estamos en estado de alarma,
sigamos cada uno en estado de alerta. El contagio se puede producir en
cualquier momento y en cualquier rincón.