¿CUÁL ES
VUESTRO PUNTO DE VISTA
AL RESPECTO?
¿ALGUIEN SE ATREVE A REDACTAR O A GRABAR UN COMENTARIO CRÍTICO?
Por deferencia de Pilar Conde, se incluye este comentario editorial de Iñaki Gabiondo en su informativo de n-cuatro del 9 de septiembre de 2009, que aborda la cuestión del "analfabetismo social", la ausencia de disciplina.
El catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela, Roberto Banco Valdés, trata en el siguiente artículo publicado en La Voz de Galicia del 2 de mayo de 2010, la cuestión del principio de autoridad, afín al de la disciplina.
Llevo más de un cuarto de siglo dando clases a chavales de entre 18 y 20 años y jamás he tenido ni el más mínimo conflicto con ninguno de los miles de alumnos que han pasado por mis clases. De hecho, no recuerdo siquiera haber recurrido nunca a una expulsión. Ahora bien, desde el primer día he dejado claro siempre que yo soy el profesor y ellos los alumnos: antes, por supuesto, cuando los estudiantes dudaban de si entraba a darles clase un alumno bromista de los cursos superiores; pero también ahora cuando, por mi aspecto, ¡ay!, la diferencia es evidente.
¿Y qué significa hacer tal distinción? No, desde luego, ser un ogro, maltratar de ningún modo a los alumnos o actuar con ellos de una manera altanera, soberbia o antipática: consiste en dejar claro que quien va a enseñarles no es como ellos, pues solo esa diferencia de experiencia y formación justifica y al mismo tiempo hace posible la labor de aprendizaje. Un enseñante, al margen del nivel en el que enseñe, no es, para decirlo claro y pronto, un coleguilla. Y si lo es, pues mal asunto.
De hecho, cuando leo las últimas noticias sobre la conveniencia o no de dotar al profesor de una autoridad especial que le permita mantener el orden en sus clases, no puede dejar de pensar que en España no nos enfrentaríamos a este problema del modo en que hoy lo hacemos (cautivos y desorientados) si no hubiéramos aceptado, tan contentos, el falso igualitarismo que, como la carcoma, ha penetrado en todos los niveles de nuestro sistema educativo.
Sé bien, claro, que el problema se plantea de un modo diferente en la enseñanza primaria o secundaria y en la universitaria, en la que los alumnos llegan ya muy peneirados. Y sé también que los fenómenos de desafío a la autoridad que se viven en muchos centros tienen que ver con una composición del alumnado, que en los últimos años ha cambiado de forma muy notable.
Pese a ello, estoy convencido de que estaríamos en una situación bastante mejor si no hubiéramos comprado esa mercancía averiada del colegueo alumno/profesor que se ha vendido aquí como el top de la pedagogía más moderna y progresista. ¡Un cuento chino!
Es justamente desde posiciones progresistas, que son las mías, que defiendo que el principio de autoridad es indispensable para cualquier tipo de docencia. Que nada hay más avanzado que defender la ética del mérito y el esfuerzo personal. Y que un sistema educativo ordenado y eficaz es la mejor palanca de igualación social que un país moderno puede construir. Suponer que todo esto es antiguo y rancio es una manifestación más de la terrible confusión en que vivimos en España, donde no solo es ya frecuente confundir el tocino con la velocidad, sino la libertad con la barbarie.