Leed atentamente estos dos artículos afines por la temática
tratada en ambos.
El de Álex Grijelmo, de hecho, ya lo habíamos trabajado en clase con anterioridad
a propósito de su contenido morfológico.
Ahora se os propone redactar un comentario
crítico centrado en la conveniencia de regular el lenguaje inclusivo en nuestro
país. ¿En qué consiste el lenguaje inclusivo? ¿Cuál es tu criterio respecto a la cuestión? ¿Cómo ha ido evolucionando la sociedad española en este sentido?
El gobierno del presidente Sánchez propuso a la
Real Academia Española que se planteara la oportunidad de revisar el texto de la Constitución de 1978 para eliminar cualquier tipo de discriminación sexista en su redacción.
Por su parte, el informe emitido por la RAE solamente avalaría ciertos desdoblamientos de género muy puntuales, como rey y reina o príncipe y princesa puesto que la heredera del actual jefe del estado es mujer.
Enlace a la noticia tratada en RTVE
Enlace a la noticia en EL PAÍS
Pronóstico
Les propongo un ejercicio muy sencillo. Abran su navegador,
tecleen “Carmen Polo de Franco”+“Presidenta” y estudien los resultados. En
primer lugar encontrarán seguramente —gracias a la magnífica hemeroteca digital
del diario Abc— una noticia del 20 de junio de 1952. La esposa del
Caudillo, presidenta de honor de Cruz Roja Española, visitaba Barcelona. La
palabra clave es, por supuesto, presidenta. En 1952 la paridad no existía ni
siquiera como concepto teórico, pero cuando una mujer llegaba a la cúspide de
una organización no era su presidente, sino su presidenta. Al hablar de la
esposa del Caudillo, no se consideraba que el masculino la representara. Y no
pretendo discutir la condición neutra del término “ente”, pero sí me atrevo a
apuntar que no existe el artículo neutro en español. Sin embargo, la solución
no sería que la RAE recomendara desdoblar el artículo, porque la expresión “la
presidente” chocaría frontalmente contra la costumbre de los hablantes, en 1952
y mucho antes. Por otra parte, la Constitución no es un texto cualquiera. En la
medida en la que aspira a representar, amparar y garantizar los derechos de la
ciudadanía de este país, creo que desdoblar los sujetos de las frases que
aluden a todos los habitantes de España sería una medida justa, pertinente y
oportuna, muy alejada de ciertas propuestas radicales que han sembrado estupor
en la sociedad. Todavía no sabemos el grado de éxito que el lenguaje inclusivo
conquistará en el futuro, aunque no tengo la menor duda de que su oposición
está condenada al fracaso. Y la violenta grosería con la que en todos los
órdenes, verbal, personal, moral e intelectual, se manifiestan sus enemigos, no
logrará otra cosa que acelerar un triunfo inevitable.
Almudena Grandes, EL PAÍS, 27 de enero de 2020.
“La presidente” del Congreso,
según Vox
Yo creo que
el diputado Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, felicitó a Meritxell Batet
como presidenta del Congreso sólo para llamarla cuatro veces “la presidente”.
Por
Internet, WhatsApp y otras calles y mercados circula desde hace años un texto
con la errónea explicación de una supuesta profesora de lengua contra la forma
“presidenta”. En ella se confunde el sustantivo “ente” con el sufijo –nte
(o, por decirlo mejor, con el infijo –nt y las terminaciones –e y
–a que marcan el género). Muchas personas han tomado por buenos sus
falsos argumentos.
Lo que
ocurre en realidad es que la tuerca -nte que se ensambla en ciertas
palabras no procede de “ente” (el ser, el que es), sino que este término
contiene también esa pieza. Además, los sufijos –nte y -nta no se
adhieren sólo a verbos, sino que sirven para expresar que algo o alguien
ejecutan la acción evocada en la raíz (ya sea una raíz castellana o ya se
heredase del latín). Estos vocablos pueden relacionarse con un verbo conocido
(“actuante”, “apoyante”, “leyente”)… o haber vuelto opaco su rastro latino para
la conciencia popular (“reticente”, “detergente”, “gerente”…); o proceder de un
sustantivo (“comediante”, “abracadabrante”).
Quien
redactara la citada negación de “presidenta” parecía desconocer que esa voz
entra en la lengua castellana un siglo antes que “presidir”, pues se registra
en 1495; mientras que el verbo aparece en 1607 (Corominas y Pascual). Por
tanto, “presidente” no se puede considerar una derivación verbal desarrollada
en nuestro sistema; sino un sustantivo previo y, por tanto, más favorable a la flexión
de género.
Por ejemplo,
se lee en 1614 en un documento relativo al nombramiento de “presidenta y
priora” del convento de las Trinitarias de Madrid. Y este femenino figura en el
Diccionario académico nada menos que desde 1803 (“la que manda y preside
en alguna comunidad”).
Además,
otras muchas palabras que terminan en –nta nos acompañan desde hace
decenios: “clienta”, “intendenta”, “parienta”, “parturienta”, “gerenta”,
“lianta”, “principanta”, “hambrienta”, “harapienta”, "tunanta",
“pretendienta”, “comedianta”…; aunque también usemos otras que no se desdoblan:
“cantante”, “dirigente”, “representante”, “atacante”, “estudiante”…, vocablos
estos últimos en los que el pueblo sigue percibiendo en primer plano la
actividad del verbo, más que la individualidad del sustantivo.
¿Qué sucede
entonces con “presidente” para que alguien crea que no puede mutarse mediante
la flexión del femenino? Pues ocurre que, además de desconocer que había
llegado antes que “presidir”, algunos no ven reparo en que existan “sirvientas”,
“asistentas” y “dependientas”, pero sí en que el femenino alcance a las mujeres
que desempeñan un puesto de alta responsabilidad o de gran poder político.
Ahora bien,
en algunos países de América se ha mantenido la opción “la presidente”. No hay nada que oponer, porque eso forma parte
del habla de cada lugar y con tal formulación no se oculta que se trate de una
mujer (gracias al artículo). La misma información nos da “la presidente” que
“la presidenta”.
Sin embargo,
resulta chusco que en un ámbito donde el pueblo ha extendido sin discusión “la
presidenta”, como en España, un representante de ese mismo pueblo elija la
alternativa “la presidente”.
El genio del
idioma es analógico, y “la presidenta” dispone, como hemos visto, de historia y
antecedentes (analogías) que posibilitan esa flexión en femenino. Elegir en
España “la presidente” no son ganas de cuidar la gramática, son ganas de tocar
las narices.
Álex Grijelmo, EL PAÍS, 12 de diciembre de 2019.
Orientaciones de la CIUG sobre el comentario crítico:
1. Deberás tratar de convencer con argumentos y
contraargumentos.
2. Deberás organizar tu texto debidamente; puedes
estructurarlo en partes (sin indicarlas) como, por ejemplo, tesis,
argumentación y conclusión.
3. Deberás manejar los recursos lingüísticos
adecuados: verbos de pensamiento, de duda, adverbios y conectores que
faciliten la exposición de argumentos, fórmulas que impliquen al receptor,
etc.
4. Valoraremos la corrección y la adecuación del
lenguaje a lo que se solicita, prefiriendo siempre la sencillez a los tópicos y
a las fórmulas de relleno.
5. Deberías ser capaz de detectar los criterios en los
que se basa el autor para defender lo que dice.
6. Deberías ser capaz de añadir ejemplos que ilustren
tus argumentos o contraargumentos y deberías ser capaz de llegar a
conclusiones, aunque sean provisionales.
7. No se trata de realizar un análisis formal del
texto, aunque podrás referirte a algún rasgo formal si estimas que contribuye a
reforzar tu argumentación.
8. Penalizaremos el hecho de repetir el texto, que
digas obviedades, que emplees frases huecas o insustanciales, registros
coloquiales o que cometas errores de expresión o ortográficos. Insistimos en
que no preguntamos por tipología textual ni por rasgos formales del texto. Se
trata de comentar críticamente el contenido. No se recomienda repetir
datos externos que figuran en el propio texto (“él texto fue escrito por
tal autora el autor y publicado en tal cierra en tal periódico…”).
9. La extensión aproximada del comentario estará entre
30 y 50 líneas.