SUSTANTIVOS CULTOS PARA REFERIRSE A LAS FOBIAS,
por Beatriz García Gesto, de 1º de Bachillerato C
Gran parte de la gente dice no tener miedo a nada, de hecho si vas por la calle y le preguntas a alguien de qué se asusta no te lo dirá; pero nuestro idioma demuestra lo contrario, pues hay una amplia gama de palabras referidas a miedos o temores: claustrofobia, agorafobia, acrofobia, anglofobia, homofobia, islamofobia, xenofobia…
Una persona claustrofóbica es aquella que tiene miedo a los lugares cerrados, el DRAE la define como “Angustia producida por la permanencia en lugares cerrados”. Un claro ejemplo son los ascensores donde alguien con claustrofobia no sería capaz de subir por miedo a quedarse atrapado/a. El término que designa este miedo proviene del latín claustrum (encierro) y del griego φοβία (temor).
Una vez que conoces la procedencia de esta palabra, resulta más fácil descubrir el nombre de otros miedos, como su antónimo agorafobía, miedo a los lugares abiertos o según el DRAE: “En psiquiatría, sensación morbosa de angustia o miedo ante los espacios despejados, como las plazas, las avenidas, etc.” Este vocablo viene del griego ἀγορά (plaza pública) y φοβία.
También la gente suele temer a las alturas, y a esto se lo denomina acrofobia y este, como el anterior, procede del griego (ἄκρα –cima, punta- y φοβία); aunque a este problema también se le puede conocer como vértigo, que procede del latín vertīgo, -ĭnis (movimiento circular), que es una “sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona”.
Uno de los miedos más polémicos es la homofobia, que está definida en el DRAE como “una aversión obsesiva hacia las personas homosexuales”, aunque hay quien también incluye dentro de esta fobia el rechazo hacia los bisexuales y transexuales. Esta palabra proviene de del griego ὁμός (igual o semejante) y φοβία.
En resumen, nuestro idioma es muy rico en este aspecto de la lengua, ya sea porque realmente todo el mundo siente miedo de algo o porque en algún momento hubo suficientes personas que manifestaron miedo a algo y se tuvo que inventar una palabra para referirse a eso.
La conclusión es que da igual a qué le tengas miedo, probablemente exista una palabra para designarlo.