Aquí tenéis a vuestra disposición dos magnígficos textos redactados por dos compañeras de 2º Bac. A que muy generosamente han accedido a compartirlos:
LECCIONES
QUE APRENDEMOS
CON Y POR EL CORONAVIRUS
Por Loaira Miguéns, de 2º Bachillerato A.
El 1 de diciembre de 2019
en la ciudad china de Wuhan, se identificó por primera vez el coronavirus, que
más adelante pasaría a denominarse COVID-19. Esas navidades, mientras las
primeras muertes se producían en Oriente, gran parte del mundo permaneció ajeno,
y brindando con champán, restándosele importancia
al asunto. Pero el tiempo pasó, y la globalización facilitó que el virus se
expandiese por la geografía terrestre a una velocidad vertiginosa. Finalmente,
el 11 de marzo de 2020, la OMS lo reconoció como una pandemia mundial. Al día
siguiente, las clases se cancelarían en
Comunidades Autónomas como Galicia, y el sábado de esa misma semana,
entró en vigor el estado de alerta en España, quedando la población confinada
en sus viviendas hasta nuevo aviso. La situación actual pone en evidencia la
vulnerabilidad que presentan los estados contemporáneos ante posibles ataques
biológicos y por la cual, pese a las evidentes desigualdades existentes en
España, tal y como se refleja en los artículos de Pau Rodríguez y Elvira Lindo,
la única solución viable y a la que debemos atenernos es el confinamiento, aún
con las consecuencias económicas que pueda acarrear.
Es evidente que no todas
las españolas y españoles disponemos de los mismos recursos para hacerle frente
a la cuarentena. Mientras que algunos poseen amplios domicilios, otros viven
apilados en habitáculos que rozan la definición de infravivienda. Además, en
condiciones aún más deplorables se encuentran los sintecho y los internos de
residencias de ancianos e instituciones psiquiátricas; puesto que los primeros
se hallan totalmente a expensas de los medios que pueda disponer el gobierno
para su aislamiento, y estos últimos se enfrentan tanto a las carencias de
personal y como a la falta de atención sanitaria.
Sin embargo, las
desigualdades van más allá, siendo uno de los problemas más graves el
económico. Durante el confinamiento los ingresos de numerosas familias se
reducirán o incluso serán nulos, puesto que no todos los empleos se pueden
llevar a cabo a través del teletrabajo (sectores como la limpieza, la
construcción, etc.). De hecho, las autoridades políticas, económicas y médicas
aseguran que lo peor está por venir y vaticinan que esto ya ha empezado a
desencadenar una crisis de mayores proporciones que la del 2008 y cuyos efectos
comenzaremos a sufrir con rigor cuando esta pesadilla llegue a su fin.
En otro orden de cosas,
ninguna de las situaciones anteriores es comparable con la irresponsabilidad
que acometieron, por ejemplo, miles de madrileños al huir en estampida a sus
segundas residencias, expandiendo el virus por la Península. Por otra parte,
los supuestos “grupos de riesgo” tampoco parecieron soportar la cuarentena pues
muchos de ellos, incluso en ocasiones ancianas y ancianos que odian salir de
casa y casi es necesario forzarlos a hacerlo, decidieron que era el momento
ideal para salir a pasear. Y mejor no mencionar a los “paseadores de perros de
peluche” ni a quienes alquilan mascotas para burlar el encierro.
Como consecuencia de
actos como los ya mencionados y otros muchos que en los últimos días ocupan las
páginas de los periódicos, la nefasta “curva” asciende vertiginosamente y sin
detenerse, demostrando que por ahora el pico de la pandemia se adivina todavía
como una abstracción muy alejada de la realidad. Mientras tanto, los cadáveres
que el COVID-19 provoca se acumulan, desde ayer, en el Palacio de Hielo de
Madrid. Y ya se suman por miles las personas que pasaron las últimas horas de
vida en soledad, sin poder despedirse de sus seres queridos.
Dadas las circunstancias,
y pese a que es innegable que para algunas y algunos las condiciones en las que
se desenvuelven en este confinamiento general son más favorables, no debemos
olvidar lo más importante, poner fin a esta pandemia. Y si el encierro es la
única solución viable, bien si puede ser más o menos duro, es nuestra
obligación como ciudadanas y ciudadanos llevarlo a cabo. Por último, si bien es
cierto que situaciones como la actual reflejan la vulnerabilidad del sistema
para hacerles frente, también demuestran la vital importancia de servicios como
los sanitarios. Por ello, cuando esto llegue a su fin, convendría recordar que
las carencias a las que se están enfrentando se deben, en parte, a la falta de
fondos económicos destinados a la investigación y la ciencia, y que en un
futuro quizás sería preciso que los presupuestos se centrasen más en estas
ramas y menos en fiestas y fútbol.
LECCIONES QUE
APRENDEMOS
CON Y POR EL CORONAVIRUS
La situación global
actual está siendo dominada por el coronavirus. Un virus devastador que ha
obligado a España a proclamar el estado de alarma, medida que conlleva el
confinamiento. Se puede decir que el virus no ha traído más que problemas, sin
embargo, de todo se aprende. Además de los recordatorios de la importancia de lavarse las
manos, estornudar y toser en el codo... nos
aporta valiosas lecciones de vida como sociedad y como individuos, que nos
harán valorar más nuestro día a día cuando volvamos a la normalidad.
Durante estos días
las redes sociales han estado más activas que nunca. Los famosos e influencers nos recuerdan constantemente la importancia
de no salir a la calle. Parece adictivo ver cómo pasan esta cuarentena en sus
maravillosas casas, llenas de creatividad y actividades para ocupar este tiempo
muerto. Incluso parece fácil y divertido quedarse en casa, trabajando,
ordenando, relajándonos, haciendo ejercicio, cocinando recetas saludables… si
no fuera porque representa la realidad de unos pocos. Para los más vulnerables,
esto supone un infierno. Pisos diminutos con luz escasa en los que es casi
imposible sobrellevar el encierro, con seres humanos apiñados en unos casos y
habitantes solitarios en otros, ciudadanos desasistidos, necesitados de ayuda
para comprar, para asearse o para cocinarse algo decente…
Que se lo digan a Kenia
Rodríguez, una mujer con cuatro hijos cuya situación deja mucho que desear. Su
marido, sus hijos y ella se hallan confinados en una habitación “prestada”, repleta
de camas una al lado de la otra. Asegura
que el alargamiento del confinamiento para los suyos será insostenible. Solo en España hay 23.500
hogares en los que no hay ni 10 m2 por habitante, según datos del Instituto
Nacional de Estadística. Si
las condiciones de infravivienda ya suelen pasar factura a la salud mental de
mayores y niños, su vulnerabilidad va a aumentar. Esta situación de
confinamiento nos afecta a todos, pero sin duda quien más la sufren son los más
necesitados. Por ello, nos enseña que a pesar de que todos tenemos problemas,
debemos ser menos egoístas, ya que hay miles de personas en España (y millones
en el mundo), cuya realidad presenta grandes dificultades, y darían lo que
fuera por llevar nuestras vidas.
El virus COVID-19
también ha atacado una de las cualidades intrínsecas del ser humano: la
sociabilidad. El aislamiento forzado nos obliga a replantearnos la importancia
de la interacción social. Cuando las relaciones interpersonales, la
comunicación, la socialización, se realizan en el espacio virtual,
dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera
proximidad: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a
distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. Las ciencias médicas han
demostrando que la interacción social es un componente críticamente importante
para la salud. El aislamiento social está a la par con la presión alta de la
sangre, la falta de ejercicio o el fumar como un factor de riesgo para
enfermedades y para una muerte temprana. Nunca nada nos había hecho valorar
tanto un beso, una caricia, un abrazo, como lo hace ahora el coronavirus.
Por otra parte, estamos rodeados de señales
que nos indican que el ritmo de nuestra vida está aumentando. En una sociedad basada en la productividad y el consumo,
de repente se nos impone un parón forzado.
La nueva lección que nos
deja el virus es el beneficio de frenar y pensar. Además, este parón tiene
beneficios visibles para el medio ambiente. La NASA y
la Agencia Espacial Europea publicaron imágenes satelitales que muestran
una caída dramática entre enero y febrero de los niveles de NO2 en el aire de
China. Se ha producido una caída de al menos un 25% en sus emisiones de CO2. La reducción del 60% del tráfico
en Madrid y Barcelona ha provocado el desplome de sus niveles de contaminación.
La ralentización de
la actividad económica traerá una reducción de emisiones. Entonces, es posible abordar la
emergencia climática con la rapidez y contundencia que requiere. La sociedad
está demostrando que ante situaciones de emergencia responde con responsabilidad,
madurez y solidaridad. El periodo de confinamiento puede llevarnos a la
conclusión de que es necesario repensar el modelo de vida actual.
Estamos de acuerdo
en la gravedad que supone el coronavirus. Sin embargo, resulta imposible no
aprender de la situación. Nos muestra grandes aspectos a mejorar que quizás no
teníamos tan presentes en la anterior etapa de individualismo, egoísmo e
hiperactividad (porque sí, el virus marcará una etapa diferente). Confío en que
esta pandemia global nos aporte un poco más de humanidad y solidaridad.
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