viernes, 3 de abril de 2020

COMENTARIO CRÍTICO: "LECCIONES QUE APRENDEMOS CON Y POR EL CORONAVIRUS"


Aquí tenéis a vuestra disposición dos magnígficos textos  redactados por dos compañeras de 2º Bac. A que muy generosamente han accedido a compartirlos:


LECCIONES QUE APRENDEMOS 
CON Y POR EL CORONAVIRUS

Por Loaira Miguéns, de 2º Bachillerato A.

El 1 de diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan, se identificó por primera vez el coronavirus, que más adelante pasaría a denominarse COVID-19. Esas navidades, mientras las primeras muertes se producían en Oriente, gran parte del mundo permaneció ajeno, y brindando con  champán, restándosele importancia al asunto. Pero el tiempo pasó, y la globalización facilitó que el virus se expandiese por la geografía terrestre a una velocidad vertiginosa. Finalmente, el 11 de marzo de 2020, la OMS lo reconoció como una pandemia mundial. Al día siguiente, las clases se cancelarían en  Comunidades Autónomas como Galicia, y el sábado de esa misma semana, entró en vigor el estado de alerta en España, quedando la población confinada en sus viviendas hasta nuevo aviso. La situación actual pone en evidencia la vulnerabilidad que presentan los estados contemporáneos ante posibles ataques biológicos y por la cual, pese a las evidentes desigualdades existentes en España, tal y como se refleja en los artículos de Pau Rodríguez y Elvira Lindo, la única solución viable y a la que debemos atenernos es el confinamiento, aún con las consecuencias económicas que pueda acarrear.
Es evidente que no todas las españolas y españoles disponemos de los mismos recursos para hacerle frente a la cuarentena. Mientras que algunos poseen amplios domicilios, otros viven apilados en habitáculos que rozan la definición de infravivienda. Además, en condiciones aún más deplorables se encuentran los sintecho y los internos de residencias de ancianos e instituciones psiquiátricas; puesto que los primeros se hallan totalmente a expensas de los medios que pueda disponer el gobierno para su aislamiento, y estos últimos se enfrentan tanto a las carencias de personal y como a la falta de atención sanitaria. 

Sin embargo, las desigualdades van más allá, siendo uno de los problemas más graves el económico. Durante el confinamiento los ingresos de numerosas familias se reducirán o incluso serán nulos, puesto que no todos los empleos se pueden llevar a cabo a través del teletrabajo (sectores como la limpieza, la construcción, etc.). De hecho, las autoridades políticas, económicas y médicas aseguran que lo peor está por venir y vaticinan que esto ya ha empezado a desencadenar una crisis de mayores proporciones que la del 2008 y cuyos efectos comenzaremos a sufrir con rigor cuando esta pesadilla llegue a su fin. 

En otro orden de cosas, ninguna de las situaciones anteriores es comparable con la irresponsabilidad que acometieron, por ejemplo, miles de madrileños al huir en estampida a sus segundas residencias, expandiendo el virus por la Península. Por otra parte, los supuestos “grupos de riesgo” tampoco parecieron soportar la cuarentena pues muchos de ellos, incluso en ocasiones ancianas y ancianos que odian salir de casa y casi es necesario forzarlos a hacerlo, decidieron que era el momento ideal para salir a pasear. Y mejor no mencionar a los “paseadores de perros de peluche” ni a quienes alquilan mascotas para burlar el encierro.  

Como consecuencia de actos como los ya mencionados y otros muchos que en los últimos días ocupan las páginas de los periódicos, la nefasta “curva” asciende vertiginosamente y sin detenerse, demostrando que por ahora el pico de la pandemia se adivina todavía como una abstracción muy alejada de la realidad. Mientras tanto, los cadáveres que el COVID-19 provoca se acumulan, desde ayer, en el Palacio de Hielo de Madrid. Y ya se suman por miles las personas que pasaron las últimas horas de vida en soledad, sin poder despedirse de sus seres queridos. 

Dadas las circunstancias, y pese a que es innegable que para algunas y algunos las condiciones en las que se desenvuelven en este confinamiento general son más favorables, no debemos olvidar lo más importante, poner fin a esta pandemia. Y si el encierro es la única solución viable, bien si puede ser más o menos duro, es nuestra obligación como ciudadanas y ciudadanos llevarlo a cabo. Por último, si bien es cierto que situaciones como la actual reflejan la vulnerabilidad del sistema para hacerles frente, también demuestran la vital importancia de servicios como los sanitarios. Por ello, cuando esto llegue a su fin, convendría recordar que las carencias a las que se están enfrentando se deben, en parte, a la falta de fondos económicos destinados a la investigación y la ciencia, y que en un futuro quizás sería preciso que los presupuestos se centrasen más en estas ramas y menos en fiestas y fútbol. 







LECCIONES QUE APRENDEMOS 
CON Y POR EL CORONAVIRUS

    La situación global actual está siendo dominada por el coronavirus. Un virus devastador que ha obligado a España a proclamar el estado de alarma, medida que conlleva el confinamiento. Se puede decir que el virus no ha traído más que problemas, sin embargo, de todo se aprende. Además de los  recordatorios de la importancia de lavarse las manos, estornudar y toser en el codo...  nos aporta valiosas lecciones de vida como sociedad y como individuos, que nos harán valorar más nuestro día a día cuando volvamos a la normalidad.

    Durante estos días las redes sociales han estado más activas que nunca. Los famosos e influencers nos recuerdan constantemente la importancia de no salir a la calle. Parece adictivo ver cómo pasan esta cuarentena en sus maravillosas casas, llenas de creatividad y actividades para ocupar este tiempo muerto. Incluso parece fácil y divertido quedarse en casa, trabajando, ordenando, relajándonos, haciendo ejercicio, cocinando recetas saludables… si no fuera porque representa la realidad de unos pocos. Para los más vulnerables, esto supone un infierno. Pisos diminutos con luz escasa en los que es casi imposible sobrellevar el encierro, con seres humanos apiñados en unos casos y habitantes solitarios en otros, ciudadanos desasistidos, necesitados de ayuda para comprar, para asearse o para cocinarse algo decente…

    Que se lo digan a Kenia Rodríguez, una mujer con cuatro hijos cuya situación deja mucho que desear. Su marido, sus hijos y ella se hallan confinados en una habitación “prestada”, repleta de camas una al lado de la otra. Asegura que el alargamiento del confinamiento para los suyos será insostenible. Solo en España hay 23.500 hogares en los que no hay ni 10 m2 por habitante, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Si las condiciones de infravivienda ya suelen pasar factura a la salud mental de mayores y niños, su vulnerabilidad va a aumentar. Esta situación de confinamiento nos afecta a todos, pero sin duda quien más la sufren son los más necesitados. Por ello, nos enseña que a pesar de que todos tenemos problemas, debemos ser menos egoístas, ya que hay miles de personas en España (y millones en el mundo), cuya realidad presenta grandes dificultades, y darían lo que fuera por llevar nuestras vidas.

    El virus COVID-19 también ha atacado una de las cualidades intrínsecas del ser humano: la sociabilidad. El aislamiento forzado nos obliga a replantearnos la importancia de la interacción social. Cuando las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realizan en el espacio virtual, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera proximidad: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. Las ciencias médicas han demostrando que la interacción social es un componente críticamente importante para la salud. El aislamiento social está a la par con la presión alta de la sangre, la falta de ejercicio o el fumar como un factor de riesgo para enfermedades y para una muerte temprana. Nunca nada nos había hecho valorar tanto un beso, una caricia, un abrazo, como lo hace ahora el coronavirus. 

    Por otra parte, estamos rodeados de señales que nos indican que el ritmo de nuestra vida está aumentando. En una sociedad basada en la productividad y el consumo, de repente se nos impone un parón forzado. La nueva lección que nos deja el virus es el beneficio de frenar y pensar. Además, este parón tiene beneficios visibles para el medio ambiente. La NASA y la Agencia Espacial Europea publicaron imágenes satelitales que muestran una caída dramática entre enero y febrero de los niveles de NO2 en el aire de China. Se ha producido una caída de al menos un 25% en sus emisiones de CO2. La reducción del 60% del tráfico en Madrid y Barcelona ha provocado el desplome de sus niveles de contaminación.

    La ralentización de la actividad económica traerá una reducción de emisiones. Entonces, es posible abordar la emergencia climática con la rapidez y contundencia que requiere. La sociedad está demostrando que ante situaciones de emergencia responde con responsabilidad, madurez y solidaridad. El periodo de confinamiento puede llevarnos a la conclusión de que es necesario repensar el modelo de vida actual. 

    Estamos de acuerdo en la gravedad que supone el coronavirus. Sin embargo, resulta imposible no aprender de la situación. Nos muestra grandes aspectos a mejorar que quizás no teníamos tan presentes en la anterior etapa de individualismo, egoísmo e hiperactividad (porque sí, el virus marcará una etapa diferente). Confío en que esta pandemia global nos aporte un poco más de humanidad y solidaridad.



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