lunes, 9 de marzo de 2020

8 DE MARZO. COMENTARIO CRÍTICO


Acaba de celebrarse el Día internacional de la mujer el pasado domingo 8 de marzo. En España, el gobierno ha hecho coincidir con la semana de esta jornada reivindicativa la presentación de su anteproyecto de Ley de Libertad Sexual. Esto ha alimentado el debate social y político a propósito de la situación real de las mujeres en España, de su lucha por conseguir la equiparación con los hombres, de cuál debe ser el papel de los hombres en esta reivindicación de la igualdad e, incluso, del propio concepto de feminismo.
¿Cuál es tu posición respecto a estas cuestiones? Redacta un comentario crítico en el que sitúes la cuestión de fondo, formules tu propia tesis y la justifiques con tres argumentos distintos y, a ser posible, de naturaleza diferente. Los siguientes textos argumentativos podrán servirte para encauzar el tuyo.

TEXTO 1
El comodín del machismo
No sé a quién llamó machista el vicepresidente Pablo Iglesias, porque dice que no se lo llamó al ministro de Justicia, pero sí se lo llamó a los que hicieron retoques a la Ley de Libertad Sexual; retoques en los que hay algunos ministerios implicados, y entre ellos algunos comandados por mujeres con trayectoria feminista contrastada. Porque no va a querer decir Pablo Iglesias que las mujeres socialistas no son feministas o que siguen de manera disciplinada las órdenes de los hombres del Gobierno.
No sé si cuando habló de machismo el vicepresidente pensaba en las periodistas que, al menos, en esta casa sacaron la información sobre las deficiencias de la ley del Ministerio de Igualdad. O quizás llamó machistas a los directores de los medios que ya se sabe que con su machismo nos tienen a las mujeres sometidas y nosotras no sabemos más que obedecer.
No quedó muy claro el destinatario de su comentario pero si quedó claro que la crítica a la ley de la ministra Montero solo tenía una explicación, el machismo.
Pues bien. Esto no va ni de feminismo ni de machismo. Esto va de que las mujeres podamos defendernos con una ley impecable porque en ella va la supervivencia de muchas de nosotras. Por eso hay reclamar que esta, y cualquier ley que salga del Gobierno para garantizar los derechos de los ciudadanos, sea la mejor.
Los miembros más inexpertos del gobierno tienen que aprender a aceptar la crítica, y dejar de sacar el comodín del machismo cuando algunas de sus actuaciones se cuestionan. No va ni de machismo ni de competición sobre quien es más feminista, va de su responsabilidad para hacer bien su trabajo y por nuestra parte va de nuestra responsabilidad para hacer bien nuestro trabajo. Y en este caso nuestro trabajo era contarles que la Ley de Libertad Sexual elaborada por el ministerio de Irene Montero recibió objeciones y precisó de retoques de otros ministerios. Y esto es información, no es machismo.
Àngels Barceló, Hoy por hoy de la Cadena SER, 5 de marzo de 2020.


TEXTO 2
Un pésimo 8-M
Ya podemos celebrar un 8-M todos los meses que como no cambiemos de actitud estamos perdiendo el tiempo. Ya podemos hacer un 8-M todas las semanas que como no varíen su comportamiento nuestros referentes políticos y sociales estamos abocados al fracaso. Los discursos machistas siguen tan vigentes, incluso en el Parlamento, como en los años sesenta. Con el agravante de que ahora cuentan con un mayor número de altavoces para su propagación.
La batalla por la igualdad está en horas bajas, por no decir en su peor momento. Hoy, con absoluto descaro, desde las mismas instituciones y los que fueron elegidos en las urnas, se niega la violencia machista, los asesinatos, la brecha salarial, que supera el 25 %, y la precariedad laboral pese a que la mujer ocupa tres de cada cuatro empleos a tiempo parcial. Se cuestiona el discurso por la igualdad y frustrados cantantes reconvertidos en presentadores de televisión se permiten defender los acosos del tenor que ni él mismo defiende.
Pero los negacionistas están de enhorabuena. El asunto creó tensión en el propio Gobierno más feminista de todos los tiempos, a decir de su presidente. Carmen Calvo e Irene Montero andan a trompazos por demostrar quien es más feminista, a propósito de la ley de libertad sexual, que según los expertos es una absoluta chapuza.
Con Vox tirado al monte, como siempre, y con el feminismo histórico soliviantado, resulta fácil entender la postura del PP, que lidera Álvarez de Toledo. La marquesa hooligan y «feminista amazónica», como gusta de definirse, asegura que «no hay una ideología machista que decida someter a las mujeres por el hecho de ser mujeres. Es falso y especialmente falso en el caso de España», porque «hay una evolución desde la época de Marisol». Y se quedó tan tranquila.
Dejamos de hablar de igualdad, respeto, derechos y libertad de la mujer para cuestionarnos si sufre discriminación. Estamos como hace un siglo. Ni haciendo un 8-M todos los días lograremos avanzar. Mientras no nos saquemos a todos estos zotes de delante seremos incapaces de avanzar un paso sobre un problema que a gran parte de los españoles nos abochorna.
Ernesto S. Pombo, La Voz de Galicia, 8 de marzo de 2020.


TEXTO 3
¡Hijas, a las barricadas!
"Es probable que ninguna chica que haya vivido en el seno de una familia en la que se crea que la subordinación de la mujer forma parte del orden natural llegue a sobreponerse del todo de la amargura de sus sentimientos más precoces"
Vera Brittain (Oxford, 1915)
Desde hace unos años, cada vez que me visto un día como hoy de negro y morado, lo hago con toda la intención reivindicativa, pero también con el corazón lleno de amor a mi madre. Quizá sea la forma más singular de guardar luto por ella y sé que le encantaría.
Mi madre, que nació en 1940 y vivió la vida de una mujer de clase media de su tiempo, que siendo muy inteligente no estudió, porque ese esfuerzo se reservaba para los hermanos, que cosía y bordaba y cocinaba como una diosa, siendo una Atenea que se tuvo que resignar a ser Hera, y fue una esposa y una madre ejemplar, no descubrió que era feminista hasta sus años finales o, al menos, no nominó esa sensación de injusticia, esa inquietud y hasta esa rabia que había sentido toda su vida hasta casi el final de sus días. Cuando camino en una manifestación con tantas de su generación, que acuden solas o con sus hijas y sus nietas, me embarga la emoción y la seguridad de que si ahora estuviera aquí, se vendría de mi brazo con unas gafas moradas y una consigna que gritar.
Ella tenía la suya propia. Un grito cómplice que nos lanzaba cada vez que acudíamos a su regazo a desgranar un agravio, un micromachismo, una carga suplementaria de trabajos producida exclusivamente por el hecho de ser mujer. Ella siempre te recogía la rabia, te secaba las lágrimas y te decía: "Hija, ¡nosotras, a las barricadas!"
Mi madre no tuvo quizá la oportunidad de hacerlo de otra manera, en esos tiempos, con esa educación, en ese entorno social y en una ciudad de provincias; pero me consta, porque me lo dijo, que le hubiera gustado hacerlo. Lo que no era, desde luego, era ciega. A mí cada vez que se convierte en debate partidista, en duelo de ideologías o en ordalía de insultos el feminismo siempre me pasma mucho el papel de la ceguera. Las ciegas. Esas son las que más me alucinan. Las ciegas y las ciegas voluntarias, que no son sino cínicas.
Yo no quiero entrar hoy con el bisturí que marca y secciona los feminismos, las formas de vivirlos, los que son más auténticos y genuinos y los que son más acomodados. Hoy vengo a pasmarme de las ciegas, de las que no quieren las gafas lilas, pero porque prefieren taparse los ojos. Porque lo primero es ser consciente de la existencia del problema, aunque después uno decida no implicarse mucho en su solución, hacerlo de forma conservadora, implicarse de forma política, ejercer como activista o volverse un revolucionario y lanzarse a las barricadas. En todas las grandes cuestiones relativas al ser humano se producen esas distintas respuestas, ¿cómo no iba a suceder en el caso de la desigualdad arrastrada por las mujeres? Sucede con el calentamiento climático, con la desigualdad social y la pobreza y con el hambre en el mundo. Y luego están los negacionistas, que son los que no ven o no quieren ver y son o ciegos o cínicos. ¿Cómo no iba a suceder con los derechos de las mujeres? Mucho menos ahora que el movimiento ha tomado la proporción de un tsunami. Toda reforma trae aparejada su contrarreforma y, como proclama la tercera ley de Newton: "Actioni contrariam semper æqualem esse reactionem".
Las ciegas. Esas que afirman que las mujeres y los hombres ya son iguales. Esas que se tapan los ojos o mienten o no tienen el más mínimo conocimiento de lo que pasa en el mundo. Lo que es seguro es que mienten. No existe una mujer en este planeta que no haya sido objeto de una discriminación, un acoso para obtener de ella lo que no quería dar, un micromachismo, una situación desagradable, una agresión o un intento de ella, una sobrecarga de trabajo, un doble trabajo doméstico, un ascenso perdido, un sacrificio añadido o miles de otras circunstancias sin siquiera tener que nombrar las violaciones, los asesinatos o las violencias físicas o psíquicas. Simplemente no existe esa mujer. Ni en este país, ni en los demás. Porque no hay mujer inteligente que no se haya planteado, al menos una vez, cómo podía haber sido su vida si hubiera nacido hombre.
¡Hijas, a las barricadas! No es la voz de mi madre, es la voz de la razón.
Millones de mujeres de este país han conseguido mejorar su vida y sus estándares de igualdad gracias, sobre todo, a la pelea incesante de las que fueron a las barricadas de verdad. Lo cierto, y sobre esto deberían reflexionar las ciegas, es que no existe ninguna mujer con poder real que no sea consciente de la existencia de esa tremenda desigualdad. Da igual de qué ideología sea. Desde las que han sido presidentas del Congreso o vicepresidentas del Gobierno a las magistradas del Tribunal Supremo o las banqueras. Todas saben que, en realidad, su vida ha sido marcada por el hecho de ser mujeres. Todas son conscientes de que como varones lo hubieran tenido de otra forma. Todas miran a su alrededor y siguen detectando la injusticia. Obviamente no todas tienen las mismas posiciones sobre cómo resolverlo pero, desde luego, no están ciegas.
También quiero hablar de las cínicas. De las que saben, al menos teóricamente, que eso sucede, pero deciden que no les importa un bledo porque a ellas les va ya muy bien. De las que olvidan que el feminismo no va solo de mirar cómo va tu fiesta, sino de ser consciente de que millones de mujeres sufren de forma inaceptable y contraria a los derechos humanos básicos las consecuencias de esa discriminación. Y por encima de todas, las que utilizan el cinismo para conseguir objetivos políticos o personales. Esas son las colaboracionistas.
Las hermanas ciegas y las hermanas cínicas y... hasta la hermana Cayetana. Ella que olvida que en su mundo, en ese en el que las mujeres disfrutaron muchas veces de una libertad inusitada porque el dinero y la aristocracia no comparten ni siquiera la misma moral con el común de los mortales, no llegó la igualdad hasta que un socialista hizo por ley que las mujeres pudieran heredar los títulos nobiliarios, y eso sucedió en 2006.
El feminismo es una lucha política para exigir el derecho inalienable a la igualdad de la mujer en el mundo. El feminismo es también ese sentimiento interno de rabia y de impotencia que todas, pero todas, hemos sentido en un momento dado. Haber alcanzado una posición en la vida que te haya permitido hacer que esos momentos sean cada vez menores no te exime de dar la cara ni de ser consciente de que millones están en peores condiciones que tú. Lo contrario es una ignominia.
Por eso, hermanas, cada día es un buen día para seguir peleando, como mi madre hubiera deseado hacer, también por las ciegas y hasta por las cínicas.
¡Feliz ocho de marzo en las barricadas!
Elisa Beni, eldiario.es, 8 de marzo de 2020.



TEXTO 4
El 8-M, en disputa
La futura ley de libertad sexual necesita, como todas, pulcritud jurídica
En el tercer 8 de marzo desde la aparición de la campaña #MeToo en octubre de 2017, la llamada cuarta ola del movimiento feminista comienza a recoger los frutos de una movilización de alcance planetario que ha marcado un antes y un después en la lucha por los derechos de las mujeres. El salto cualitativo experimentado en sus reivindicaciones no solo se refleja en la voluntad expresa de acabar con la cultura de tolerancia y encubrimiento del abuso sexual, una cultura vinculada al abuso de poder, sino sobre todo en la asunción expresa por parte de instituciones, empresas y organismos públicos de su histórica connivencia con desigualdades estructurales que, hoy en día, se perciben como intolerables gracias a las permanentes denuncias de las mujeres, cuyo impulso y empuje han logrado la aprobación de medidas destinadas a combatir las muchas brechas que todavía perviven en nuestra sociedad. El feminismo goza de una buena salud en España porque ha sido capaz de mantener un importante músculo organizativo y reivindicativo en un contexto de auge de discursos reaccionarios que tanto aquí como a nivel global están cuestionando las transformaciones en las actitudes y en las instituciones que el movimiento ha logrado en los últimos 30 años.
A la luz de la actual energía del movimiento feminista, resulta preocupante que la tramitación de la principal iniciativa legislativa impulsada desde el feminismo, la futura Ley Orgánica de Garantía del Derecho a la Libertad Sexual, haya sido objeto de un enfrentamiento en el seno del Gobierno de coalición. Confundir alegaciones técnicas con “ataques machistas” formulados por parte de uno de los miembros del Gobierno, como sugirió el vicepresidente Pablo Iglesias, demuestra poco conocimiento del proceso legislativo. Dichas objeciones a la ley no pueden despacharse con simpleza y por meras razones de capitalización partidista, especialmente en lo relativo a los delitos contra la libertad sexual, donde, por el específico ámbito de su competencia, el Ministerio de Justicia debería tener mucho que decir. Una iniciativa legislativa de tanto calado, y cuya principal virtud se encuadra, a priori, en la asunción de un enfoque integral relativo a las llamadas “violencias sexuales”, necesita, primero, pulcritud jurídica y, después, un amplio debate en sede parlamentaria.
Tanto el anteproyecto de la ley de libertad sexual que la ministra Irene Montero quiere impulsar, como el que se ha comprometido a presentar sobre discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género, afectan al núcleo mismo del enfoque feminista, pues introducen un cambio sustancial: dejan de considerar a la mujer como el sujeto central de sus políticas públicas. Fueron estas políticas, precisamente, las que situaron a las mujeres como el eje vertebrador de la corriente de igualdad, aquellas que permitieron colocar a España en la vanguardia internacional de la lucha contra la discriminación de género.
El proyecto feminista no puede consistir en la protección de un “género sentido”, no contrastable biológicamente, como pretende introducir el texto legislativo, porque resultaría incompatible con una agenda política centrada en la protección de las mujeres ante la discriminación que sufren por el mero hecho de serlo, esto es, en función de su sexo y no por su identificación ideológica con la idea de feminidad. El derecho a la identidad sexual es una reivindicación legítima del movimiento LGTBI, sin duda, y debe seguir sus propios cauces de expresión y procedimientos legislativos, pero no debería alterar el enfoque central de las políticas feministas, basadas en la idea de que el género, es decir, el conjunto de atributos diferenciados que se asignan a hombres y mujeres, es una construcción social que, todavía hoy, discrimina activamente a más de la mitad de la población de nuestro país.
EL PAÍS, editorial del 8 de marzo de 2020.



TEXTO 5
El feminismo somos todas
Parece ser que el feminismo sigue siendo trending topic. Y yo que me alegro.
Acumulo 60 largas e intensas primaveras a mis espaldas. Una vida llena de viajes, historias, luchas y transformaciones que han hecho de mí la mujer que soy hoy. Créanme cuando les digo que he visto de todo. Pero hay algo insólito en esta época de cambios y que no esperaba tener el privilegio de presenciar: que el feminismo sea hoy un movimiento popular.
Todavía se me eriza la piel cuando recuerdo los cánticos de las compañeras vascas en aquella abarrotada plaza de Bilbao el 8 de marzo de 2018. Un presagio que anunciaba lo que estaba por venir.
Aquella jornada fue un antes y un después en la lucha de las mujeres en España. Una lucha que no empezó hace años, sino décadas, pero que jamás había penetrado con tanta fuerza en el tejido social. No hace falta rebuscar muy atrás en los archivos de los periódicos para encontrar fotos de ochos de marzo igual de reivindicativos, pero mucho menos multitudinarios.
Con todo, hay algo que echo de menos de aquellos días. Una suerte de espíritu de sororidad que nos comprometía y nos hermanaba en la disidencia. Éramos menos, pero más unidas. Incluso cuando llovía y estábamos caladas hasta los huesos.
Supongo que forma parte de un proceso natural: cuanto más grande y exitoso es un movimiento social, más se exponen sus grietas y contradicciones. La que me inquieta hoy por hoy tiene que ver con la propia concepción de la lucha. Con la pregunta fundamental.
"¿Qué es el feminismo?" o, más bien, "¿quién es el feminismo?"
Circula por ahí una idea de la mujer –en singular– que confronta con el espíritu del 8 de marzo. Un pensamiento excluyente que se cree con la licencia de expedir 'carnets de feminista' o, incluso, 'carnets de mujer'. Una postura que me hace recordar con preocupación aquellos tiempos en los que algunas voces no creían que las mujeres pobres estuvieran capacitadas para votar. Un desdén parecido al que sufrieron las lesbianas y las bisexuales no hace muchos años, cuando no eran bienvenidas al movimiento.
En todo caso, no es mi intención malgastar estas líneas en una batalla estéril que desvía nuestro foco y nuestras energías, porque suficiente tenemos con enfrentarnos a un enemigo común que se regocija en nuestras divisiones. Pero sí me gustaría animar a esas personas a que reflexionen sobre el daño que nos hacen cuando no escuchan. Cuando rechazan.
Porque yo tengo clara la respuesta a la pregunta de antes: el feminismo somos todas.
Las agricultoras que subsisten en el campo que se vacía.
Las jóvenes universitarias que bailan contra los violadores en todo el mundo.
Las ejecutivas que renunciaron a su vida familiar para llegar más alto.
Las guapas, las feas, las gordas y las delgadas.
Las diputadas de cualquier signo que reciben 'piropos' que nunca pidieron.
Las que aman de distintas formas y las que no aman a nadie porque no les da la gana.
Las empleadas del hogar y los cuidados a las que hemos dado la espalda.
Las que se suben a una balsa huyendo de la guerra.
Las trans, las negras, las que viven con discapacidad y las demás borradas.
Con todas y por todas. Por las que estamos y las que estarán, y por las que ya no están porque las asesinaron.
Desde Santiago de Chile hasta Verín. Desde Nueva Delhi hasta Berlín.
El feminismo sale a la calle, una vez más, para reclamar lo que es básico: la igualdad real. También batallaremos en nuestros trabajos, en las comidas familiares y en los parlamentos.
Lo haremos para afrontar las violencias machistas, la brecha salarial, el techo de cristal o el reparto de los cuidados. Lo haremos para reclamar nuestro papel protagonista en las grandes transformaciones sociales que nos traerá el siglo XXI.
La gesta se aventura larga y mi generación no vivirá lo suficiente como para ver cumplidas todas nuestras reivindicaciones, así que, permítanme verbalizar lo obvio: o remamos en la misma dirección o naufragamos por el camino. El reencuentro es una cuestión de compromiso con las que nos preceden. Es nuestra responsabilidad histórica.
Lo bueno de hacerse mayor es que una le pide a la vida cada vez menos cosas. Yo me conformo con una bien sencilla: que todos los días sean 8 de marzo y que todos los 8 de marzo sean el día de todas nosotras.
Como diría Angela Davis: "Hay que actuar como si fuera posible transformar radicalmente el mundo. Y tienes que hacerlo todo el tiempo."
Hagámoslo unidas, desde nuestras sanas diferencias y complejas intersecciones, en un feminismo que no deja a nadie atrás.
Nos vemos en la lucha.
Carla Antonelli, eldiario.es, 8 de marzo de 2020.


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