EL OJO público
¿Por qué hay que acabar con la pena capital?
- Roberto L. Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 25/9/2011
L a ejecución, el pasado miércoles, de Troy Davis en el estado norteamericano de Georgia, ha vuelto a poner, trágicamente, en las portadas de gran parte de los periódicos del mundo la barbarie que supone que, en pleno siglo XXI, la más antigua democracia del planeta siga manteniendo una pena atroz e infame, que resulta un insulto ignominioso a la civilización y una flagrante violación de la dignidad del ser humano.
En las informaciones que se hicieron eco de esa ejecución se destacaba insistentemente la debilidad de las pruebas que existían contra Davis, un hombre de raza negra condenado a muerte por haber asesinado en 1989 a un policía que estaba fuera de servicio. Aunque, como es obvio, no negaré que tal hecho fuera relevante, la interpretación que de él podría derivarse volvería a poner el tema de la pena de muerte en un terreno del que ya debería haber salido: el de que esa pena es injusta, porque, en caso de error judicial, tal error resulta, si la pena ya ha sido ejecutada, irreparable; o el de que, en realidad, los condenados son, como es verdad en la mayoría de los casos, personas marginadas por motivos económicos, sociales o raciales.
Ahí estuvo centrado durante años el debate sobre la pena capital, como los aficionados al cine saben bien, pues la mayoría de las películas americanas -tantas y tan buenas- que han combatido esa barbarie lo han hecho presentándonos a unos acusados, muchas veces pobres y buena gente, sobre cuya culpabilidad existían dudas, o que no eran más que las víctimas indefensas de un sistema (penal, social, etcétera) profundamente injusto: tales eran, al fin y al cabo, las razones por las que se sostenía que no merecían ser castigados a la pena capital
Hasta que en 1995 Tim Robbins se sentó en la silla de director y llamó a esos dos genios de la interpretación que son Sean Penn y Susan Sarandon para filmar el más hermoso y descarnado alegato que se haya hecho jamás contra la pena capital: Pena de muerte. Sin concesiones al buenismo sensiblero, ni a la demagogia social, Robbins, ayudado por unas interpretaciones de Penn y Sarandon sencillamente estremecedoras, cambia por completo de perspectiva, para contarnos una historia basada en hechos reales: la de un asesino, Matthew Poncelet, que se ve asistido en los días previos a su castigo por una monja, Helen Prejean, que acabará sintiendo un inmenso dolor por la muerte de quien va a ser ejecutado, pero también por la familia de sus víctimas.
Y es que el personaje al que Robbins nos presenta no es ni un buen hombre ni un pobre desgraciado, sino un salvaje que ha cometido un espeluznante crimen porque esa fue su soberana voluntad. Ese elemento clave de la historia queda claro desde que comienza la película, de modo que el durísimo alegato que esta supone contra la pena capital solo procede del hecho de que el Estado no tiene derecho a decidir sobre la vida y la muerte de otros seres, aunque esos seres sean, como era Poncelet, abominables.
La pena de muerte debe ser abolida porque es un resto de barbarie en medio de la civilización. Y debe serlo aunque los condenados a ella no merezcan ni nuestra solidaridad por la posible injusticia que ha podido cometerse contra ellos ni nuestra compasión.
Dejo aquí el comentario sobre la película El verdugo, de Luis Berlanga que nos aconsejó ver la profesora.
Un saludo.
Gema Rodríguez Mollinedo.
José Luis, un empleado de una empresa funeraria, conoce a Carmen, la hija de un verdugo de profesión. Tras ser descubiertos en la cama por el padre de ella, este se ve en la obligación de pedirle matrimonio. Su posterior embarazo es el motivo por el cual se casan. Amadeo, el verdugo, decide jubilarse y presiona a su yerno para que este acepte su vacante y así obtener la vivienda que le ofrece el puesto de trabajo. Éste convencido de que no ejercerá la profesión aprueba esta propuesta, pero nada más lejos de la realidad.
La película gira en torno al tema de la pena capital. Más concretamente desde el punto de vista de los ejecutores y su moral. Destaca la forma en la que el verdugo intenta justificar el modo en el que se ejecuta a los condenados argumentando que en comparación con otros países, el método del garrote vil es indoloro, rápido y eficaz. Pero con los años se ha descubierto que rara vez la muerte era tan rápida e indolora como estos defendían, puesto que la agonía se alargaba a causa de la poca eficacia de este sistema de castigo y los condenados acaban falleciendo a causa de la asfixia.
Es denigrante la frialdad con la que el verdugo trata el tema del asesinato sin importarle estar privándole la vida a ser humano. La moral de este criminal es inexistente y defiende su trabajo asegurando ejercer justicia.
Este trabajo era terrible sobre todo en la época en la que se sitúa la acción puesto que se condenaba a muerte incluso por causas políticas. La pena capital es un acto atroz, pero todavía más si se ejecuta a una persona solo por sus ideas políticas contrarias al régimen de ese país, en este caso contrarias al fascismo.
El yerno por el contrario, parece tener una moral más sólida negándose por completo a ejercer su profesión, pero finalmente termina aceptando. El verdugo asegura que la primera vez que tuvo que ejecutar a alguien, al igual que su yerno, también dijo que jamás volvería a hacerlo. Este ejerció la profesión toda su vida, lo que nos lleva a pensar que con los años se convirtió en un ser mas frío y sin sentimientos al igual que le pasaría finalmente al marido de su hija.
En este vídeo me llama la atención la frialdad con la que la familia trata el tema de la pena capital preguntadole la hija al padre por la talla de la camisa de su marido puesto que los años de experiencia utilizando el garrote lo llevan a tener un amplio conocimiento de esto.
Una de las escenas finales es también muy llamativa porque es la hora de ejecutar al condenado y se puede observar en la cara del joven verdugo el pánico que siente y como finalmente se ve presionado a convertirse en un asesino.
LA PENA DE MUERTE
Comentario enviaado por Anxela Vázquez Cabo 2º BACH- C
La pena de muerte es innecesaria
ya que la muerte del criminal no borra el crimen cometido por él, ni
el dolor de las familias. Además no existe ninguna persona que tenga
el derecho a decidir sobre la vida o la muerte de otra.
De las distintas informaciones a
las que tuve acceso pude comprobar que con respecto a la pena capital
la sociedad se divide en dos, los que están a favor de esta medida,
porque se sienten más seguros con la muerte del delincuente; y los
que están en contra, entre los que me incluyo, puesto que una de las
finalidades de la justicia es la reinserción social, pero ¿qué
reinserción hay en una muerte?
Las sentencias judiciales no deben
de ir en contra de los derechos humanos, y uno de los principales es
el de la vida, así como el derecho a no ser sometido a penas
crueles, inhumanas o degradantes.
Aún siendo una aberración el
tener entre las leyes de un país la pena de muerte, todavía hay
países que la utilizan para disuadir a las personas de cometer
crímenes o delitos, como por ejemplo: Estados Unidos, Guatemala y
China.
Como conclusión debo decir que el
progreso moral de una sociedad conlleva que así como se ha acabado
con tradiciones vergonzosas tiempo atrás muy enraizadas, como la
esclavitud, se puede abolir también la pena capital en todo el
mundo.
La
pena capital, ¿una ley mundial?
Juan Carlos Rodríguez Novoa
Durante
los diferentes períodos de la historia mundial no se le ha otorgado
una gran importancia al ser humano. Se ha llegado a matar por temas
que actualmente no tienen tanta consideración, como puede ser la
homosexualidad. No es hasta este siglo, cuando empieza la
preocupación por la vida y los derechos humanos.
La
pena de muerte es un tema que se pone constantemente en las bocas de
los habitantes de países europeos como el nuestro. A veces no se da
crédito a que aún siga vigente una ley tan cruel como el castigo a
morir. En algunos estados de la gran potencia mundial que es Estados
Unidos, sigue en pie la llamada pena capital.
Sin
embargo, no todo el mundo está en contra de la nombrada ley. Otras
tantas personas piensan que hoy en día hay mucha violencia en el
mundo y que miles de cárceles gastan numerosas cantidades de dinero,
el cual podría ser destinado a otros servicios, y no a mantener a
personas que no servirán para mucho en la sociedad.
Hay
que tener en cuenta que aprobar una norma como esta sería dejar en
manos del Gobierno la vida de todos y cada uno de los ciudadanos que
cometan un error. Muchas presidencias ya no saben manejar un país
como para poner en sus manos la vida de un posible inocente.
Estar
a favor de la pena capital sería quererla imponer en cada rincón
del mundo. Si la pregunta es, ¿debería ser esta pena una ley
mundial? Mi respuesta es no. Como tantas cosas injustas en este
planeta, las cárceles deberían seguir gastando esas altas
cantidades de dinero en mantener a esos posibles delincuentes.
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